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Natalia Ginzburg: Léxico familiar

Supongo que una de las razones para la fascinación que provoca Léxico familiar es que sea tan italiana y tan universal al mismo tiempo. De la misma manera que uno traduce las descripciones literarias a escenas de película y se las imagina protagonizadas por Marcello Mastroiani, Vitorio Gassman, Lollobrigida, Massina, etc… y se imagina el tono, los gestos, el idioma melodioso; conmueve a la vez por identificación directa con el propio léxico familiar del lector. Frases repetidas mil veces por nuestros padres, historias, palabras, expresiones… ese universo familiar que nos fue formando y con el que formamos a nuestros hijos y ellos a sus hijos y sus hijos a los suyos. El verbo que nos hace y también construye nuestra nostalgia.
Pero además este libro hermoso por tantas cosas es la microhistoria que explica la Historia. No extraña que uno de los hijos de Natalia, Carlo, sea exponente de esta teoría que busca en lo particular el acceso a lo general. La persecución fascista y nazi a los judíos en Italia descrita como de pasada, de manera ingenua casi, como quien narra un temporal… devastador sí, pero que no impide seguir reconstruyendo las peripecias familiares, terribles y durísimas, tristes también porque conforman la vida propia que finalmente se escapa con el tiempo. «Qué bien se estaba en el confinamiento» dice su hermano Alberto… y Natalia parece comprenderle.
Luego están los otros «léxicos familiares» particulares de sus hermanos y de los amigos, de Pavese, de Balbo, de Olivetti, de la vida en la editorial… contado con la sencillez maestra de quien sabe que en la simpleza reside lo más complejo de lograr: un puñado de verdades que resistirán el paso de los años.

Si en San Fermín te pones delante de los toros…

Como todo el mundo sabe, si te pones delante de los toros en San Fermín, pueden ocurrirte dos cosas.

Una es esta

Captura de pantalla de una cogida en un encierro de San Fermín Sigue leyendo

La Justicia es ciega, pero los medios son videntes

Todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario; pero algunos somos más inocentes que otros que diría el cerdo orwelliano. Y esto sucede porque está en la naturaleza humana, (cita requerida), al parecer, tomarse la justicia por su mano. Aunque sea en los bares.

http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/De los medios no cabe decir otra cosa. Supongo que porque también se componen de naturaleza humana. Es decir, condenan antes de tiempo y pocas veces serán verdaderamente imparciales. La diferencia está en que en la taberna, (la Corte Suprema del hombre de calle) se hará mucho más explícito, pero en la redacción todavía hay que disimular y hacer esfuerzos para que no se note. Pero se nota. Porque los textos se llenan de «presuntos» y de «supuestos», profilácticos ante el virus del sesgo, pero los medios son una sentencia en sí mismos y cuando eligen una foto o cuando colocan la noticia están dictando su fallo. Sigue leyendo

Tantos pechos de Femen al aire para esto

Viene una Femen, se quita el top y se queda en less, pone cara de guerrera aunque es mujer florero (por los gladiolos en la cabeza digo), enseña a España que vienen a revolucionarlo todo, a rasgarse todas las vestiduras (que se den por jodidos dice), se planta y se empodera (dice ella eso)  y todo ¿para qué?

¡Para que al final toda la baba machista se cuele por las grietas milenarias de la culture! Cómo es posible, santa Madonna, que ella, la misma Lara Alcázar, entone el «mi mamá me mima» sin dudar un instante: y había un padre, no es que esté desaparecido ni nada.

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John Malkovich y el torniquete en el cuello a las tortugas Ninja

«Las reglas de producción» titula Nick Davies uno de los capítulos de su Flat Earth News, uno de los libros capitales sobre la decadencia del periodismo en nuestros días. En él se describen las malas prácticas de los profesionales en las redacciones hoy, ya sea en papel o en pantalla, y recopila una serie de reglas básicas que, aunque no escritas, se van marcando sin remisión en la piel dúctil de los redactores, jefes de Sección y directores de los medios de comunicación de
medio mundo: la publicación de noticias que no den problemas con lo poderes públicos, que no molesten a los lobbies, que no toquen temas peliagudos, que sean baratas de producir, que sostengan ideas ampliamente aprobadas por la mayoría de la gente, en las que no haya que «mojarse», que den al público lo que quiere, lo que cree y mejor si lo conoce (no embarrarle con cuestiones lejanas), y finalmente una de mis favoritas: la regla del síndrome de las Tortugas Ninja, que establece la imperiosa necesidad de los medios de contar aquella noticia que está en todos los demás medios, aunque sea una soberana tontería… o incluso falsa. (El nombre viene de la claudicación que hicieron los padres que en un primer momento no dejaban ver a sus hijos aquellos dibujos animados y luego tuvieron que permitírselo al comprobar cómo se les excluía socialmente en el colegio).

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Carlos Granés y el puño invisible del arte en los medios

Hirst

Una de las obras de Demien Hirst. Image by JoetheLion via Flickr

Al antropólogo colombiano Carlos Granés Maya le ha caído el Premio internacional de ensayo Isabel Polanco por su obra El puño invisible. Arte, revolución y un siglo de cambios culturales.

De todo lo muy interesante aunque no muy nuevo que dice este joven profesor en la entrevista hay una parte, casi al final, que es reveladora.

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Para los que creen que las imágenes son trozos de la realidad o el misterio del hombre sin cabeza


Cuando veo estas cosas me imagino cuando se empezó a usar la fotografía como prueba. Todavía se utiliza en juicios y sobre todo en
periodismo.
Pero me encanta descubrir cómo siempre hay ejemplos para eso de que «las cosas no siempre son lo que parecen». Creo que esa frase, tan manida por otra parte, debería grabarse a cincel y iPhone en los corazones de los periodistas, y de los jueces, y de los policías, y de los hombres…

El tufillo

No necesito dejar aquí las palabras huecas de la RAE. Todos sabemos lo que es el tufillo. Ese aroma casi imperceptible, que no sabemos muy bien de dónde viene ni a dónde va… unas moléculas levemente agresivas que impregnan nuestra pituitaria sin que podamos hacer nada para restregárnoslas y sacárnoslas de ahí adentro. El tufillo llega sin que nos demos cuenta y puede salir de cualquier parte, incluso de un artículo de periódico aparentemente inodoro.

Por ejemplo, de este

Muere una mujer al caer de la ventana que limpiaba

Es un suceso. Pero hasta en los sucesos huele. Porque cuando alguien se relaja, cuando alguien sin querer se deja escapar, la inmundicia sale. Y produce ese tufillo incómodo en la lectura. Es el perfume acre del «qué me quiere decir este que no me dice pero que me deja un rastro de rata muerta, como a los perros entrenados para cobrar la pieza del amo que espera siempre con la escopeta a salvo y orgulloso».

Y ese perro soy yo y somos todos los lectores de «Muere una mujer al caer de la ventana que limpiaba». Todos agarrados por la correa del periodista que nos deja el tufillo para que olisqueemos la podrida carne que está ahí esperando. Y nos azuza, nos excita las papilas, nos chasquea la lengua, nos anima con exclamaciones guturales… Hasta que llegamos y mordemos babeando, hasta que absortos ya por el olor de todas esas cosas que a nosotros los lectores de un periódico tan nuestro nos entontecen, esos olores que huelen al periodismo comprometido, a la voz de los sinvoz, al débil contra el fuerte, etcétera, entonces llegamos y mordemos ya obnubilados, ya extasiados, donde quería nuestro amo: «Pisos de lujo».

Y entonces, si tenemos un segundo de lucidez, entendemos que todo empezó con ese tufillo que iban soltando al hacer reacción cadenas de palabras como «familia acomodada»; «luchó tanto por su niña»; «policía declinó informar»…

Y si podemos recobrar el sentido observaremos como hemos caído sin remisión, absortos, sobre la pieza cuyo corazón reventado quedó esparcido sobre estas líneas: «El edificio en el que ocurrió el accidente es un bloque de pisos de lujo, con una vivienda por planta -unos 250 metros cuadrados- y cámara de vigilancia en el portal.»

Una noticia a cuatro columnas con dos fotos en el cuadernillo de Madrid. Un domingo, 22 de noviembre de 2009.

Corrupción, terrorismo y titulares informativos

Erre que erre. Sigo con lo mío.

Un titular como el que comentábamos ayer tiene un grave problema semántico (si es que los problemas pueden ser de ese tipo). Y es un error que se da mucho en periodismo así que me parece un buen ejemplo para el estudio.

Todo se entiende mejor, como casi siempre, cuando acudimos a la fuente primigenia.

¿Cómo era exactamente la pregunta del barómetro del CIS? Textualmente así (p.8):

Pregunta 7
¿Cuál es, a su juicio, el principal problema que existe actualmente en España? ¿Y el segundo? ¿Y el tercero?

Por contra, el titular en cuestión (recordemos, en portada ayer del periódico: «Los políticos preocupan más que el terrorismo…») hablaba de preocupación y no de problema.

Preocupación aquí es un estado de ánimo y problema es nombre dado a una cosa o a una situación concreta. Sin entrar en definiciones académicas, prefiero poner un ejemplo creo que claro.

Supongamos que tengo un problema con una plaga de ratas en mi vivienda. Tengo otros obviamente pero este es un problemón y me preocupa porque además las pécoras han atacado a miembros de mi familia, incluidos niños. Llamo a un desratizador y me libra de ellas. Respiro, aliviado, y me pongo con el resto de mis, ahora sí, preocupaciones. Descubro que la criada que limpia en casa me está sisando. Monto en cólera y si me preguntan: ¿cuál es tu principal problema actual? Diré por supuesto que mi chacha; pero si me dicen que entonces me preocupan más los latrocinios de la doncella que el hecho de que mis hijos sean mordidos por ratas, diré que nones, porque eso no es así.

Repetimos:

El País 4 del 11 de 2009

«Los políticos preocupan más que el terrorismo…»

En este titular se deslizan ambigüedades que no deberían darse en un periódico y en un tema tan serio.

Primero, es una encuesta, segundo, es una interpretación de una encuesta, tercero, tiene un fuerte componente coyuntural.

Luego están las intenciones. Y ahí sí que me la juego. ¿Qué intención tuvo el portadista para elegir esa comparación tan forzada? ¿Por demagogia? ¿Para vender más? ¿Por sensacionalismo? ¿Fue un despiste? ¿Nadie se paró a pensar? Ah… como decía la copla, misterios del cuelpo humano, en los que yo no me voy a meter hoy.

Sólo quería demostrar aquí que el lenguaje debe usarse en periodismo como pieza de un mecanismo de marca cara: de esos en los que sólo valen los repuestos originales.

Un titular para una conversación… ¿tú qué piensas?

Portada de el periódico El País 3-9-2009

Ejemplo de demagogia en un periódico hoy: «Los políticos preocupan más que el terrorismo, según el CIS».

He enviado este twit esta mañana con mezcla de indignación y sorpresa, como siempre me pasa cuando ‘mi’ periódico hace algo que no me gusta.

Y tras él, he comenzado una interesante conversación con @ikaitor, que espero que no se haya interrumpido… (hay qué ver lo fascinante que es tratar de decir muchas cosas en 140 caracteres. Para los charlatanes como yo es un ejercicio fantástico).

Aprovecho aquí para explayarme:

No es posible. Es metafísicamente imposible que a alguien (en España) le preocupe más un político corrupto que un terrorista. Es imposible porque nadie puede pensar que es mejor que le roben a uno que que le maten… no se puede. De hecho nadie lo piensa realmente. Otra cosa es que:

1- ETA ya no mate como antes

2- Los periódicos están últimamente llenos de casos de corrupción política

3- Sea razonable que ahora la percepción de los problemas del país basculen de uno a otro, según dé el aire

Para mí, lo preocupante es el subtexto, la ambigüedad que transmite ese titular:

La corrupción política (la de los maletines, las comisiones, los desvíos de fondos; porque hay otras corrupciones políticas de las que no se habla) es, al menos, tan mala como el terrorismo, según los españoles. Y eso, insisto, no puede ser. Nadie lo piensa realmente, porque es imposible pensar así. Como prueba de cargo, me remito al titular interior, que no tiene nada que ver con el de portada.

Es común echarle la culpa al político de todos los males, incluso de aquellos sobre los que no tiene culpa (ya se sabe piove?, porco governo!), pero se supone que el periodismo debe ayudarnos a comprender el mundo que nos rodea y no darnos las mismas pistas que podríamos sacar de la tertulia en un bar (con todos mis respetos a los bares, las tertulias y sus respetabilísimos asistentes). Y eso, creo, es lo que ha pasado con el titular de portada del diario El País hoy.