Como todo el mundo sabe, si te pones delante de los toros en San Fermín, pueden ocurrirte dos cosas.
Una es esta
Y otra es esta
Los periodistas, incluso los que opinan, deben contar hechos. Y a partir de ahí, si procede, hacer reflexiones, interpretaciones e incluso análisis u opiniones. Esto no se practica casi nunca.
Generalmente se opina a raíz de imágenes, noticias sin profundizar o fragmentos de la realidad. Exactamente lo mismo que hacen los usuarios en esa aldea global de internet en comentarios, tuits y otros lugares de reunión y que, por cierto, tanta queja generan entre los periodistas.
Porque en todas las columnas, opiniones y artículos que he leído sobre el acoso sexual a mujeres en San Fermín, y desde el punto de vista estríctamente periodístico, echo de menos una entrevista fundamental: es necesario saber qué dice la manoseada y, (para dar color), su manoseador, si fuera posible.
Cada denuncia (dos según las fuentes) debe ser investigada y castigado el culpable y hasta entonces, hasta que no se demuestre lo contrario, hasta que no hayamos bajado a la arena del txupinazo sociológico, quizá es más interesante el nuevo fenómeno Gray de por qué lo hacen… ¡ellas!. Y así el argumento de la libertad que tan hermosamente defendía aquí Alcázar no perdería ni un ápice de validez; a no ser que la mujer sea libre de hacer con su cuerpo lo que quiera mientras no se deje manosear quizá borracha por un hombre, (quizá borracho también por cierto).