No hay mucho que pensar. Cuando uno vive días así parece que está llamado a hacer algo también. Como si del fondo de uno mismo sonara el timbre del fin del recreo. Un aviso que le pone a uno frente al trampolín mientras el cocodrilo da vueltas ahí abajo con su tic-tac simpático y terrorífico al mismo tiempo.
Porque lo del martes fue demasiado… porque si uno vive días así y se es como se es y se está donde se está, quedarse callado parece un escaqueo en toda regla. Como si el bombero se acordara justo al declararse el fuego que en realidad lo suyo es la jardinería.
Seamos serios. El martes presencié dos hechos históricos, yo soy periodista y esto es un blog… y con eso está dicho todo.