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… y un equipo de gente pensando (adenda al «Decálogo»)

Cuando el otro día hice un decálogo para la redacción integrada (formada por nativos y extranjeros de internet), alguien me hizo ver la trampa de repetir conceptos para que me salieran precisamente diez. Yo me defendí, con cierta base, explicando que era también un recurso estilístico y bla, bla, bla…

Ahora puedo sacar un poco la patita y añadir este otro. Y no es que sea menos importante, menos crucial, o que no se me hubiera ocurrido nunca. Probablemente lo que sucedió es que no pensé que fuera necesario ponerlo por escrito, precisamente por lo importante que es. Como si alguien apuntara también que olvidé añadir la necesidad de contar con mesas y sillas en una redacción integrada.

Y sin embargo, ocurre que lo obvio es muchas veces fundamental y que lo fundamental muchas veces se obvia… así que añadamos entonces un nuevo punto al decálogo, por redundante que parezca:

10 (bis). Tengan a un equipo de gente pensando, analizando, navegando, probando. Tan fundamental como la última hora de la actualidad es estar a la última en lo que ocurre en Internet y a la última de lo que se ofrece en la red: herramientas, nuevas páginas, nuevos productos, nuevas formas de comunicación. Experimenten, prueben, lancen, equivóquense… es decir pongan un laboratorio de internet en su redacción integrada. No por obvio es menos fundamental.

Decálogo para una nueva redacción

La idea es integrar dos redacciones en una. La idea es buenísima y necesaria y sólo tiene un problema: es titánica.

Por un lado tenemos a unos redactores 1.0 cabreados: los nativos digitales han venido a invadir su plácido mundo. Y por otro lado tenemos a otro grupo de redactores, esta vez 2.0, también cabreados: se sienten de segunda clase. Todo el mundo está cabreado en principio. Unos asustados además porque ven peligrar cosas como sus puestos de trabajo y otros impotentes porque saben qué quieren hacer pero no les dejan. Cabreados, asustados, impotentes… menudo panorama.

¿Qué hacer? Desde esta poltrona uno sólo puede aportar visiones y experiencia, así que, por si a alguien le sirve, regalo una serie de recomendaciones en un listado (si me saliera un decálogo sería la leche), de esos que están de moda por aquí. De nada.

  1. Olvídense de etiquetas. Ni 1.0, ni 2.0; ni digital ni papel, lisa y llanamente periodistas.
  2. Intenten hacer comprender a todos que no se trata de trabajar más, sino diferente.
  3. Pongan como prioridad cursos de formación. Para los no nativos cursos de nuevas tecnologías, y para los nativos cursos de periodismo de calle, de edición, de ortografía, de cómo ganarse a las fuentes… Y alegren esa cara. No les costará un duro porque los cursos se lo darán unos a otros. (De nada otra vez)
  4. No hagan guetos en la redacción. Todos juntos. Todos van a hacer lo mismo. Insisto: periodismo.
  5. No planteen cuestiones como quién escribe para el papel, quién para la edición digital. Todos para todo. Y que además no se duerman, que cambien de medio a menudo. Será divertido.
  6. Estudien desde ya qué tipo de informaciones deberían ir en papel y cuáles no. Esto puede ser lo más difícil. Pero la buena noticia es que nadie lo tiene claro, así que prueben…
  7. Potencien la información propia y no sobrevaloren la última hora. El contenido es lo que les hará diferentes.
  8. Ponderen siempre si las nuevas formas de periodismo son interesantes por sí mismas, no por ser nuevas.
  9. Recuerden que internet es un gran invento, pero el papel también.
  10. ¿He dicho ya que se dediquen todos a hacer periodismo?

Por qué escribo, por qué lees

Hace unos meses me encontré sin darme cuenta con una razón para escribir. Lo vi claro sentado en una mesa tomando un café con un chico de internet de pura cepa. Un desarrollador español de una empresa joven y puntera de éxito comprobado y que además no tenía ningún miedo en hablar de cómo veía el futuro.

Después de una reunión en la que un grupo de los nuestros le frió a preguntas y tratamos de comprobar si podíamos colaborar de alguna manera, nos quedamos los dos tomando ese café en el que relajados y sin prisas pudimos hablar de todo un poco.

Me encantó su manera de apasionarse por el trabajo sin parecer un friqui, por la confianza que mostraba hacia las nuevas tecnologías sin sentir una devoción ridícula y por su franqueza a la hora de encarar la realidad con humildad pero con empuje.

Yo le escuchaba con mucha atención, sobre todo para aprender, por eso me sorprendió cuando quiso saber de mis andanzas. Le conté de aquí y de allá y acabé diciendo una de esas frases medio hechas, medio prestadas que son en parte metáfora y en parte pedernal puro: «No, si podría escribir un libro sobre mis experiencias en el paso de los periodistas del medio tradicional al digital», a lo que mi compañero de café respondió: «Yo lo compraría desde luego».

Juro que fue sincero. O me lo pareció al menos. Y además yo me lo creí a pies juntillas y con eso basta. Ése día pensé que podría quizá tener algo que decir y que podría además interesar a alguien. Así que en parte por esa conversación y en parte por los acontecimientos de los últimos días estoy aquí ahora escribiendo de noche este post explicativo sobre algo de lo que nadie me ha pedido explicaciones. (¿O sí?).

En cuanto a por qué tú estás aquí, querido lector, permíteme decir que no tengo ni la más remota idea. Quizá tengas una curiosidad infinita por este mundo de internet, quizá te llame más la atención el de la prensa, siempre tan mediático (perdón por el chiste fácil), quizás seas un estudiante (huye) o un profesor (huye más), o quizás estés en este lío y quieras saber qué narices cuenta éste si no sabe de lo que habla…

En cualquiera de los casos, gracias por haber llegado hasta aquí.

Por mi parte prometo contar con honradez y el rigor que pueda lo que yo he vivido de este cambio tan paradigmático en los medios, lo que estoy viviendo y lo que me queda…

La nueva era

No hay mucho que pensar. Cuando uno vive días así parece que está llamado a hacer algo también. Como si del fondo de uno mismo sonara el timbre del fin del recreo. Un aviso que le pone a uno frente al trampolín mientras el cocodrilo da vueltas ahí abajo con su tic-tac simpático y terrorífico al mismo tiempo.

Porque lo del martes fue demasiado… porque si uno vive días así y se es como se es y se está donde se está, quedarse callado parece un escaqueo en toda regla. Como si el bombero se acordara justo al declararse el fuego que en realidad lo suyo es la jardinería.

Seamos serios. El martes presencié dos hechos históricos, yo soy periodista y esto es un blog… y con eso está dicho todo.