Al antropólogo colombiano Carlos Granés Maya le ha caído el Premio internacional de ensayo Isabel Polanco por su obra El puño invisible. Arte, revolución y un siglo de cambios culturales.
De todo lo muy interesante aunque no muy nuevo que dice este joven profesor en la entrevista hay una parte, casi al final, que es reveladora.
Dice así:
«…pero los [artistas] que tienen más visibilidad mediática son los que juegan al escándalo y al amarillismo, en un pacto mutuo con los medios de comunicación, que se aprovechan de ese escándalo». Para Granés el discurso de la contracultura americana de los años setenta encontró en los medios de comunicación su lugar perfecto para la supervivencia. Y de ahí, hasta nuestros días.»
Pero cómo los medios han caído, desde el NYT hasta el último periódico de este lado del Misisipí, en el rebozo voluptuoso, pringoso y sensual lodazal de la cultura pop entrando por la falsíma puerta de la contracultura es ni más ni menos que otro signo de los tiempos. Interesante eso sí para los historiadores del futuro que contarán un día cómo estos papeluchos con cabeceras perdieron —de nuevo— la oportunidad de contarle a su público lo que de verdad merecía la pena.Pero no hay por qué encabronarse. Los periodistas somos humanos y «como en el fruto el hueso» encerramos una irresistible tendencia a contentar al populacho porque, qué tontería, nosotros mismos lo somos.